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Un cuento chino: ¿Cómo saber si es una suerte o una desgracia?

Indagando y profundizando en la Comunicación No Violenta y en el arte de mejorar las relaciones y la conexión con otras personas, es un regalo la lectura del libro “Deja de ser amable ¡sé auténtico!” de Thomas D’Ansembourg.

Y en concreto compartimos la referencia y transcripción de un cuento oriental que muestra cómo culturalmente estamos acostumbrados a organizar nuestra vida elaborando juicios sin atender a la mera realidad que sucede en nuestras vidas.

Y esto condiciona nuestra actitud ante los acontecimientos, generando una disposición condicionada, pensando que somos víctimas, llevándonos a desenpoderarnos, e incluso terminan afectando a nuestras relaciones, entrando el juicio, la culpa y la rabia.

Vemos aquí una forma muy comprensiva para recordar cómo nos gusta darle un sentido a cada hecho, aunque realmente el tiempo, o incluso una reflexión con perspectiva y profundidad, pueda darnos otra percepción diferente.

A continuación el extracto y la historia.

Disfrútala y será un regalo de vida:

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Para ilustrar hasta qué punto es posible que nos equivoquemos por completo al juzgar, propongo la lectura de un cuento chino.

Este cuento esclarece el primer estadio del proceso de la propuesta de la CNV (Comunicación No Violenta), es decir, la observación, o sea, la acogida de la realidad tal como es (siempre en devenir), y no tal como temo o creo que es.

El cuento, no obstante, no refleja los aspectos del sentimiento, la necesidad y la demanda, que constituyen la manera de situarse con relación a las cosas y a los acontecimientos sin juzgarlos.

El anciano chino puede parecer frío y sin emociones. A pesar de ello, me gustaría citar este cuento, porque el anciano chino no acepta dejarse encerrar en una visión de la realidad esclerotizada y esclerotizante.

Sigue en el movimiento, la acogida a lo que viene, y su actitud con relación a la de los aldeanos, inquietos y ruidosos, es de una gran paz silenciosa y confiada.

He aquí una historia que le gustaba contar a Lao Tsé (Tao de Rajnesh):

 

UN CUENTO CHINO

Un pobre chino suscitaba la envidia de los más ricos del país, porque poseía un caballo blanco extraordinario. Cada vez que le ofrecían una fortuna por el animal, el anciano respondía: “Este caballo es para mí mucho más que un animal, es un amigo; no puedo venderlo”.

Un día, el caballo desapareció. Los vecinos, reunidos ante el establo vacío, dieron su opinión: “Pobre idiota, era previsible que te lo robaran. ¿Por qué no lo vendiste? ¡Qué desgracia!”.

El campesino se mostró más circunspecto: “No exageremos –dijo-. Digamos que el caballo ya no se encuentra en el establo. Es un hecho. Todo lo demás no son más que apreciaciones por vuestra parte. ¿Cómo saber si es una suerte o una desgracia? Sólo conocemos un fragmento de la historia. ¿Quién sabe lo que ocurrirá?”. 

La gente se burló del anciano. Hacía ya mucho que le consideraban un simple. Quince días después, el caballo blanco volvió. No había sido robado, simplemente se había ido al campo y volvía de su escapada con una docena de caballos salvajes.

Los aldeanos se congregaron de nuevo:

–       Tenías razón, no era una desgracia, sino una bendición.

–       Yo no diría tanto –dijo el campesino-. Contentémonos con decir que el caballo blanco ha vuelto. ¿Cómo saber si es una suerte o una desgracia? No es más que un episodio. ¿Se puede acaso conocer el contenido de un libro leyendo una sola frase?

Los aldeanos se dispersaron, convencidos de que el anciano desvariaba. Recibir doce hermosos caballos era indudablemente un regalo del cielo. ¿Quién podía negarlo? El hijo del campesino emprendió la doma de los caballos salvajes. Uno de ellos le tiró al suelo y le coceó. Los aldeanos acudieron una vez más a dar su opinión: 

–       ¡Pobre amigo! Tenías razón, estos caballos salvajes no te han dado suerte: tu único hijo está lisiado. ¿Quién te ayudará en tu vejez? Verdaderamente eres digno de compasión.

–       Veamos – contestó el campesino-, no vayáis tan deprisa. Mi hijo ha perdido el uso de las piernas, eso es todo. ¿Quién puede decir lo que nos aportará? La vida se presenta en pequeños fragmentos, nadie puede predecir el futuro.

Algún tiempo después estalló la guerra, y todos los jóvenes del pueblo fueron alistados en el ejército, excepto el inválido.

–       Anciano – se lamentaron los aldeanos-, tu tenias razón. Tu hijo ya no puede andar, pero se queda a tu lado, mientras que nuestros hijos van a que los maten.

–       Por favor –respondió el campesino-, no juzguéis con precipitación. Vuestros chicos están enrolados en el ejército, el mío se queda en casa; eso es todo lo que podemos decir. Sólo Dios sabe si es bueno o malo.

 

FIN DEL CUENTO

 

FUENTE: Libro “Deja de ser amable ¡sé auténtico!” de Thomas D’Ansembourg, p74-76.

 

Si te gusta este sencillo cuento y la historia original, compártela con aquellas personas que estimes o ames.

La comunicación no violenta puede ser una herramienta al servicio de la observación de la realidad, del no juicio y de la conexión, un abridor como nos muestran Chavi Nieto y Marta Sánchez en el curso Comunicación Satisfactoria en cocrecer.com

Mira lo que cuentan en el siguiente vídeo Chavi Nieto y Marta Sánchez del curso Comunicación Satisfactoria.

 

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